19 mayo, 2010

Idiosincrasia Televisiva.

*Televisión Pública (II)


La televisión de servicio público ha sido objeto de una redefinición en todos los países europeos a partir de la iniciativa representada por el Protocolo sobre Radiodifusión del Tratado de Ámsterdam de 1997.

Este texto declaró, entre otras cuestiones, que "el sistema de radiodifusión pública de los Estados miembros está directamente relacionado con las necesidades democráticas, sociales y culturales de cada sociedad". Ha sido en este fundamento donde la televisión pública ha alcanzado la justificación tanto de su existencia como de las peculiaridades de su funcionamiento".

La directora General de RTVE, Carmen Caffarel, opina sobre el papel, que en teoría, desempeñarían las televisiones públicas: "En mi opinión, el papel de la televisión es central en una sociedad democrática. Conforma las pautas culturales de esa sociedad, canaliza la libertad de expresión y el derecho a la información. Transmite valores, canaliza la información política (cada vez más condicionada por el soporte audiovisual) y es un instrumento esencial de relación de la ciudadanía. No sólo con su propio entorno, sino con otras realidades, con el escenario internacional."

Pero la realidad, muchas veces, es distinta. Con el auge de las cadenas privadas con la consecuente mercantilización de la tv, en cierta manera se han ido perdiendo los escrúpulos y se ha ido notando cada vez más esa tendencia hacia la "subcultura" del morbo y del insulto, ofreciendo una programación mediocre, incluso indeseable.
La televisión pública tiene la obligación, sobre todo, moral de ofrecer siempre una información veraz y de calidad y no es permitible que se suba al carro de las otras televisiones de intereses privados. En ella debe prevalecer ante todo el interés colectivo y su política de actuación debe ser siempre limpia.


Aunque el comportamiento, me atrevería a decir, a veces rastrero de las televisiones privadas ha influido, claro está, a partir de los años 90 en la televisión pública dado sus problemas de financiación por motivos de competencia y una gestión poco clara de la misma por parte del Estado, obligándose así a subvencionarse mediante grandes bloques de publicidad y ofrecer la pogramación mediocre que la gente se estaba acostumbrando a ver en otras cadenas con beneficios millonarios.

Es por esto, que se planteó cobrar canones a las televisiones privadas, para la obtención de capital en beneficio de la cadena pública, como se hace con otras televisiones europeas como por ejemplo la BBC y el Gobierno decidió quitar la publicidad. Esto generó un controvertido debate.
A continuación, se le recordó a la televisión pública tiene su compromiso y deber de ofrecer unos contenidos de calidad y fomentar la ética y la cultura a todos los niveles.


En especial, por aquellos sectores infantiles y juveniles más vulnerables que no sólo son educados en los colegios o institutos o por sus padres sino en gran medida por un consumo masivo de la televisión (más dibujos animados y menos violencia para ellos) y en su defecto por Internet, gran competidor de ésta, donde en los últimos años se ha instalado como soporte interactivo la programación de las distintas cadenas para poder visionarlas cuando uno quiera y sin cortes publicitarios.

Pero para el caso, televisión igualmente, a pesar de consumir el medio dentro de otro medio.
En cuanto a la televisión pública, ésta deberia contar con programas donde se favorezca el debate tanto político como de otros temas de interés general y social.


La televisión pública es una televisión de todos y para todos. Donde no sólo deberían de verse reflejados los grupos sociales y políticos significativos sino también hacerse ver y escuchar a esas minorías, esto es, garantizar que el pluralismo de la sociedad se manifiesta libremente, protegiéndose así los derechos de todos los ciudadanos.

Además, ésta no debe ser variable ni susceptible a los intereses de la legislatura que gobierne en cada momento como suele darse el caso también en las televisiones autonómicas.
Hay que crear un nuevo modelo de televisión pública potente, de referencia y libre donde se nos instruya para desarrollar una actitud crítica y una mente abierta.


Sólo así podremos definir una verdadera televisión pública (y en consecuencia, democrática) y estar orgullosos de ella.

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